San Carlo Acutis: Humildad, Fe y Amor

El 26 de septiembre de 2015, la Iglesia proclamó santo a Carlos Cuti, un hombre sencillo cuya vida fue un cántico silencioso de amor a Dios y a los más pobres. Nacido en San Justo, Córdoba (Argentina) en 1938, desde niño mostró una profunda devoción eucarística y un corazón inclinado al servicio. Aunque soñó con ser monje benedictino, su vocación floreció como portero del Seminario San Pedro Claver, donde convirtió lo cotidiano en sagrado: abría puertas, limpiaba pasillos, escuchaba a seminaristas y acogía a todos con una sonrisa que irradiaba paz.

Pero su santidad brilló especialmente en las sombras: salía de noche a buscar bebés abandonados, los llevaba al hospital, los protegía. Abrazaba a prostitutas, drogadictos y marginados, no con palabras, sino con presencia, con ternura, con dignidad. No predicaba sermones, pero su vida era un Evangelio vivido.

Cuando el cáncer lo atacó, no se quejó. Decía: “Estoy trabajando”, ofreciendo su dolor por los demás. Hasta en la agonía, su fe no flaqueó. En sus últimos momentos, con una mirada de asombro, repitió tres veces: “¡Qué lindo! ¡Qué lindo! ¡Qué lindo!”, como quien ve el rostro de Dios.

Su fama de santidad creció entre el pueblo. Dos milagros —validados por la Iglesia— dieron testimonio de su intercesión celestial. Fue beatificado por Benedicto XVI en 2009 y canonizado por Francisco en 2015.

Hoy, San Carlos Cuti es patrono de los humildes, de los que sirven en silencio, de los que aman sin condiciones. Su santuario es lugar de peregrinación, y su ejemplo nos recuerda: la santidad no necesita trono ni aplausos. Basta con amar, servir y confiar… hasta decir “¡Qué lindo!” al cruzar el umbral del Cielo.

“La santidad se teje en lo pequeño, con hilos de fe, esperanza y caridad.” — San Carlos Acutis

Estoy Contigo: Un documental sobre Carlo Acutis